Un Tour de Francia 2024 más que atípico

Escrito por Luis Ortega @Ciclored

El ciclismo quiere innovar para que se vean los espectáculos de antaño. Una paradoja que se viene aplicando a los recorridos de las grandes vueltas de los últimos años. El Tour de Francia 2024 ha dado un nuevo giro argumental, aunque tampoco rompe con los cánones de la carrera. Amplía kilómetros de contrarreloj individual, aunque la segunda es montañosa, reduce algunos puertos con respecto a 2023 e introduce en Galibier el cuarto día. Exigencias provocadas por el inicio de los Juegos Olímpicos en París una semana después de acabar la carrera francesa, que trasladarán el final a Niza por primera vez en la historia de la carrera.

Quizás por eso el Tour ha decidido que la competición se extienda por las 21 etapas, como no ocurría desde 1989 con aquella crono final de París en la que Fignon perdió la carrera ante Lemond por solo 8 segundos. Desde entonces todo habían sido llegadas por el circuito habitual del Arco del Triunfo parisino. Y es que, además, la primera jornada no será la habitual plana con final al sprint o un prólogo al uso, sino una jornada de 200 kilómetros atravesando los Apeninos desde Florencia a Rímini por el pueblo de Michele Bartoli con 3.600 metros de desnivel y la subida a San Marino a pocos kilómetros de la meta. Pero es que al día siguiente se llega a Bolonia desde Cesenático, ciudad natal de Pantani, para subir al Santuario de San Luca a solo 12 kilómetros de meta.

Las noticias innovadoras no acaban aquí. La primera toma de contacto con los Alpes llega muy pronto, en la cuarta etapa. Aunque es cierto que en otros Tour de Francia también ha habido alta montaña la primera semana. Sin ir más lejos los Pirineos en 2023 o los propios Alpes en el Tour pandémico de 2020 que arrancó precisamente en Niza. La cuarta jornada se inicia en una ciudad italiana con nombre ciclista, Pinerolo, pasa por Sestriere, donde Chiappucci soltó a Indurain y soñó con el Tour de 1992, entra a Francia por Montgenevre y sube Galibier por la vertiente de Izoard-Lautaret, quizás la más sencilla, para finalizar en Valloire igual que en 2019, cuando venció Nairo Quintana y vio como Alaphilippe hacía un descenso suicida para conservar el maillot amarillo.

Dos etapas llanas camino del norte de Francia darán paso a una crono llana en la séptima etapa en Gevrey-Chambertin. Son solo 25 kilómetros, pero suficientes para abrir márgenes en la general y llamar a Remco Evenepoel para que se bata con Pogacar, Vingegaard y Roglic, en el que podría ser el Tour que una a los cuatro mejores especialistas en Grandes Vueltas en diferentes equipos.

LLEGA EL STERRATO

El Tour siempre prepara algún espectáculo para los domingos, cuando prevee mayor audiencia televisiva. Por eso la novena etapa es la más innovadora de toda la carrera. El sterrato llega a la Grande Boucle y lo hace con 14 tramos de gravel en la región de la Champagne con salida y meta en Troyes, como ya probó en el Tour de Francia femenino en 2022. Los últimos tramos, además, son en cuesta y muy cercanos a la meta. Eso supone no solo velocidad, control de la bicicleta y asumir riesgos, sino una trabajo extra para los equipos a la hora de preparar las bicis frente a pinchazos y averías. En una carrera igualada cualquier problema se traduce en segundos de pérdida y esfuerzos extra.

Es cierto que no es la primera vez que la tierra aparece en el Tour en los últimos años. Ya tocado sterrato dos veces en la parte final de la subida en la SuperPlanche des Belles Filles y también como vía de paso en los Alpes, pero nunca tantos tramos y tan continuados. Será, posiblemente un escenario similar al que vimos en 2022 con los adoquines de Roubaix, casi imposible de controlar.

Otras dos etapas llanas por el centro de Francia dejaran paso a una jornada peligrosa de media montaña por el Macizo Central. Esta vez en la Auvernia, muy cerca del Puy de Dome, con más de 4.000 metros de desnivel y paso por Puy Mary, donde en 2020 estaba situada la meta donde Roglic y Pogacar se esprintaron como si una llegada plana se tratase. Esta vez habrá dos puertos más, Perthus y Font de Ceré, hasta completar 216 kilómetros de jornada.

PIRINEOS Y ALPES

Una dupla de jornadas planas, la última con final en Pau. Eso significa que el fin de semana tocan Pirineos. Serán solo dos etapas, pero más duras de lo habitual. El sábado una jornada de solo 150 kilómetros y con los primeros 70 llanos, los que hay desde Pau hasta Luz Saint Sauver, donde arranca el Tourmalet. Desde allí más de 3.500 metros de desnivel por el coloso de los Pirineos, Hourquette de Ancizan por su cara más sencilla y final en Pla de Adet, la estación de esquí que vivió la última victoria de Poulidor y que en las dos ultimas veces que el Tour fue por allí cambio de ubicación la meta hasta el durísimo Portet.

El domingo es 14 de julio y el Tour ha previsto una jornada pirenaica como las de antaño. Casi 200 kilómetros y 4.900 metros de desnivel. Se atraviesan los Pirineos casi en línea recta de oeste a este. Desde Peyresourde, Menté y Portet de Aspet para unir la zona de la Aregeiose con Col du Port, Lers y final en Plateau de Beille, que tiene unos números similares al Tourmalet. Allí han vencido Pantani, Armstrong, Contador y Purito.

Después del último día de descanso toca otra jornada llana con final en Nimes. La segunda incursión en los Alpes va in-crescendo. El miércoles 17 de julio el último tramo de la etapa sube a Col du Bayard, Col du Noyer y debut como final de la estación de esquí de Superdevoluy, que ya probaron en Dauphiné 2016. Todo en los alrededores de Gap, que es la Pau de los Alpes. Una etapa de media montaña el jueves con final en Barcelonette da paso al trio final más duro del Tour de los últimos años.

El viernes 19 un tríptico alpino típico. Tres puertos largos, sin grandes porcentajes, pero por encima de los 2000 metros. El mítico Col de Vars, después La Bonette, con sus 2.800 metros, el techo histórico del Tour, donde Bahamontes pasó en cabeza las dos primeras veces que la carrera se adentró por allí en los años 60, y final en Isola 2000. Una estación de esquí que los aficionados recuerdan por el duelo entre Indurain y Rominger en el Tour del 93, el único en el que el suizo puso en problemas al navarro.

La penúltima etapa es un homenaje a la París Niza. Solo 133 kilómetros pero con cuatro puertos de montaña. Un día de esos que se puede arrancar casi de inicio porque no hay terreno llano.  Col de Braus, de Turini, de la Colmiane y final en el Col de la Couillole, con sus 15 kilómetros al 7%. En las últimas versiones habría sido la jornada decisiva para la resolución de la carrera, pero, como ya había escrito, el Tour se guarda una crono dura y complicada para el último día en Niza.

Una contrarreloj individual que puede dar margen a los favoritos a recortarse más de un minuto y medio. Serán 34 kilómetros en los que solo hay cinco planos, los últimos. Arranca en Mónaco para ascender de salida a La Turbie, con sus ocho kilómetros al 5,6%. Bajada corta antes de ascender los dos kilómetros de esa vertiente del Col d’Eze, el final a una media del 10,4%, para afrontar un rápido y complicado descenso de 10 kilómetros en el que cualquier error puede dejar a un favorito fuera de la carrera del Tour. Un final, que de llegar la clasificación ajustada puede llegar a ser dramático. Justo lo que busca la organización de la Grande Boucle.