Por las colinas de Marco Pantani

Escrito por Luis Ortega @ciclored

La leyenda del ciclismo recuerda a Marco Pantani como uno de los mejores escaladores de la historia. Si atendemos a tópicos pensaríamos que pudo nacer y vivir entre altas montañas. Al contrario. Pantani nació a cero metros de altitud, en Cesenático (Emilia Romagna), a nivel del mar. Una ciudad costera y pescadora, pero con una tradición ciclista bien arraigada. No en vano su marcha ciclodeportiva, la Nove Colli, en 2018 ha cumplido ya su 48 edición. Curiosamente, los mismos años que tendría ahora el Pirata.


Para recorrer los parajes por donde se hizo ciclista Marco Pantani utilizamos dos días, pero bien podríamos haber empleado una semana. Partiendo desde la Costa Adriática se pueden hacer cientos de etapas en las que mezclas los tramos llanos de la zona de la costa, desde Cesenático a Cattolica pasando por la histórica Rímini y la turística Riccione, hasta las miles de colinas del interior, justo donde acaban los Apeninos.

Para guiarnos nadie mejor que los ciclistas de Turismo de la Emilia Romagna, Andrea Manusia y el ex profesional Alessandro Malaguti. No solo conocen las carreteras y las colinas, sino también los lugares ideales para tomar un buen expresso, un mejor gelatto o comerse las típicas piadinas, una especie de crep que se rellena con comida que era la forma de vida de la familia Pantani.

Etapa 1. Montevecchio, la primera Cima Pantani

Una de las grandes ventajas de Cesenático es que durante el verano es un lugar habitual de vacaciones de italianos y de parte del norte de Europa. Tiene una gran oferta hotelera y en los últimos años se han adaptado el ciclismo para los meses de invierno. Así no que es difícil encontrar un bike hotel como el Lungomare, con garaje para bicis, servicio de alquiler por si no te quieres traer la tuya, taller mecánico, spa, menús adecuados para ciclistas, piscina y justo en primera línea de playa.

La etapa en Strava >

Desayuno como para ganar el Giro (es lo malo de los buffets libres) y a dar pedales. Lo primero, eso sí, rendir culto a Marco Pantani. Justo a solo un kilómetro del hotel, ya en Cesenático, está uno de los monumentos del Pirata. No será el único que veremos a lo largo del día. Su historia ciclista caló hondo. Incluso antes de salir del pueblo se puede pasar por delante de su casa, que ahora acoge los vehículos del equipo de la Fundación Marco Pantani.

La costa nos asegura un inicio plano ideal para calentar, pero es el peaje que hay que pagar para encontrar las montañas. No es el peor. Se pueden elegir un montón de carreteras para llegar a Césena, la capital de la provincia, y a unos 20 kilómetros de la costa. Desde allí puedes tomar el camino a San Tomaso o a Aquarola, que te aseguran subidas, pero nosotros seguimos 10 kilómetros más hasta Borrello, donde se inicia la subida a Montevecchio.

No es ni la más dura, ni la más larga de la zona, pero sí es la primera que utilizó Pantani para sus entrenamientos. Son cuatro kilómetros a una media del 7%. Con un inicio duro pero que se va desinflando conforme pasa la ascensión. Asfalto roto. Hay que buscar el mejor lugar para afrontarla. Y en cada curva aparece el nombre del Pirata pintado en rosa. No en vano es la subida clave en la carrera profesional que lleva su nombre, Memorial Marco Pantani, y que se celebra en el mes de septiembre.

Y en la cima las vistas a las primeras estribaciones de los Apeninos y un monumento recuerdo a Pantani. Este es más simple. Una roca con una foto del Pirata vestido de rosa durante el Giro de 1997. Sencillo y emotivo a la vez.
Descenso italiano (siempre hay tornantis y es peligroso) y empezamos a ‘colinear’. Una vez que te metes en el terreno montañoso puedes ir subiendo y bajando pequeñas colinas constantemente. Y siempre en la cima te encuentras algún regalo. Puede ser un castello, una abadía, o una iglesia.

Pasado por el Castello de Sorrivoli. Foto para ver el paisaje, plagado de colinas y campos, y descenso por un muro que dan ganas de subir. Un kilómetro y medio al 18%. Típico del Giro de Italia… y no en vano la carrera ha pasado por aquí en dos ocasiones. En la última venció Emanuelle Sella.

Nueva subida, esta vez a Monteleone. Sólo tres kilómetros pero a una media del 8%. Ideal para pegarse un calentón porque en la cima está una aldea con olor medieval, castillo, iglesia y plaza dedicada a Lord Byron, que pasó allí algunos meses de su vida. Todo en tan poco tiempo. Y también para echarse el expresso de rigor en cada salida ciclista.

Queda el descenso hacia Montiano y desde allí el llaneo a Cesenático. Pero la ruta se podría alargar por cualquiera de las colinas de alrededor, que hay para elegir. Sogliano al Rubiccone, Roncofredo o Gorolo, la última subida de la Nove Colli, que, evidentemente, se llama así por las nueve colinas que se suben en su recorrido.

Para terminar antes de ir al buffet, al spa y a la playa del Hotel merece la pena pasarse por el canal de Cesenático, con barcos antiguos restaurados y pedalear por el Lungomare de una de esas ciudades que suelen ilustrar los iconos de los pueblos del Mediterráneo. Y por la noche para recuperar las piernas, hidrato italiano puro. Pizza, café y todo tipo de pescados, pero para eso Cesenático está pegado al mar. Placeres ciclistas.

Etapa 2. Bertinoro y Teodorano

Para la segunda etapa tocaba reconocer el terreno de la Nove Colli y alguno de los cientos de repechos ‘desconocidos’ de la Emilia Romagna. Lo ideal de esta zona es que tras 20 kilómetros de calentamiento te puedes ‘perder’ por las colinas que quieras. Da igual la carretera que quieras tomar. Cualquiera de te puede llevar a una subida de seis kilómetros rematada con un castillo o un repecho de un kilómetro al 15% que merece la pena visitar porque en su cima hay un pueblo medieval.

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Esta vez el calentamiento lo hicimos rodando hacia Bertinoro para ascender por la cara contraria a la que se hace en la Nove Colli. Una rampa del 10% al inicio para asustar y que va bajando poco a poco con el transcurso de los kilómetros. Pedaleable. Cima con vistas a la llanura y al mar Adriático y dos kilómetros de regalo más hasta la ciudad de Bertinoro. Es algo habitual en la Emilia Romagna, las colinas casi nunca tienen una bajada continua, sino que te vas a encontrar repechos repartidos por toda la bajada.

En nuestro caso el ‘repecho’ nos lleva a ciudad medieval de Bertinoro y son 600 metros de adoquines atravesando la muralla hasta llegar a la plaza central con su iglesia. Perfecto para los 33 kilómetros que llevamos, pero hay que alargar más. Todavía hay ganas en la grupetta.

Descenso, terreno de repechos y giro para ascender al Castillo de Teodorano. Son cuatro kilómetros al 5 por ciento que se hacen más que asequibles. Las vistas de la cima os las podeis imaginar. Como ya hemos hecho hambre para comer nos tienen preparada la visita al Gran Hotel della Fratta, en Fratta Terme. Es de esos edificios construidos en la época de Mussolini con recuerdos de la época romana. En su interior alberga un spa de aguas termales, otro de los alicientes de la región. Y un restaurante de esos en los que elaboran la pasta con el sabor distinto que le dan en Italia.

Una hora de bici para bajar la comida con el paso por la plaza de la ciudad medieval de Forlimpopoli y  las salinas de Cervia y al llegar a Cesenático se nos han ido la ruta a los 105 kilómetros, que para ser el día previo a la Nove Colli no está nada mal. Para rematar toca apartar los pedales y pasar por el Museo de Marco Pantani, que reconvirtió la antigua estación de tren.

El Museo abre todos los días  y está dedicado por completo a la memoria del Pirata. Si viviste sus hazañas en bici te recordará los momentos más importantes. No en vano está dividido en tres salas y dos de ellas se llaman Mortirolo y Alpe d Huez. Bicis, vídeos, equipaciones, sonidos, fotos históricas… incluso una tienda para comprar recuerdos.


Es el lugar ideal para terminar nuestro viaje, eso sí, sin privarnos de una buena cena italiana, que para los 180 kilómetros que hemos sumado en dos días no viene nada mal.