Pogacar acrecienta su leyenda en la Volta 2024

Escrito por Luis Ortega @ciclored

Con Tadej Pogacar los números son sencillos. Desde que se vistió de amarillo en París en 2020, cada vez que se pone un dorsal en una vuelta por etapas acaba ganando. Solo se escapan a su poder los Tour de 2022 y 2023, en los que sucumbió a Vingegaard y todo el Jumbo. El resto, victorias, pero ninguna tan apabullante como La Volta 2024, donde no ha tenido rival.

La organización de La Volta programó un recorrido duro, complicado y montañoso. De las siete etapas, tres acababan en alto, más que ninguna otra vuelta de una semana del World Tour, y otras dos, la primera en Saint Feliu y la última en Montjuic, con llegada picando hacia arriba después de un puerto de montaña cercano. El resultado, tres victorias de Pogacar cada día de alta montaña, una más en Montjuic y un segundo puesto en la jornada inicial porque el australiano Schultz se adelantó al sprint y al esloveno le faltaron centímetros y décimas de segundo para superarle. Solo las dos etapas puras al sprint acabaron lejos de la voracidad del ciclista esloveno.

Los de Pogacar son números y exhibiciones propias de Hinault o Merckx. El francés ganó cinco Tours, pero se empeñó en llevarse también la carrera que más odiaba, la París Roubaix, y no paró hasta levantar los brazos en el Velódromo. Triunfo y castigo a los adoquines, a los que jamás volvió. Lo suyo fue el triunfo de la rabia. A Eddy Merckx no le gustaba perder. Su ego se lo imponía. Por eso un 31 de diciembre era capaz de irse a disputar un Criterium para ser el ciclista con más victorias en esta temporada. Hinault acabó discutiendo con medio pelotón, pegándose con unos agricultores huelguistas y enfrentando en carrera a Fignon y Lemond cuando era compañero de ambos. Ocaña no podía ver a Merckx ni en pintura y el belga tampoco era bien recibido entre los ciclistas flamencos, que nunca le perdonaron irse al lado valón.

 

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Lo de Tadej Pogacar es diferente. Vence, sonríe a la cámara y sus rivales aceptan que es tan superior que solo pueden rendirse al talento del esloveno. Tampoco se enfada cuando pierde. Es capaz de hacerse un selfie sonriendo con Philippsen y Matthews en el podio de San Remo después de acabar tercero siendo el ciclista más fuerte de carrera. También ha demostrado ser humano. Vingegaard le superó en el Tour de 2022 y 2023 y el tercer Tour sigue siendo asignatura pendiente. Igual que San Remo, con tres ocasiones perdidas. O el Mundial, ya que todavía no se ha vestido de arcoiris.

SIN RIVAL

El domingo previo a La Volta Tadej Pogacar era el máximo favorito. El lunes, después de que todo el mundo supiera que había llegado por la mañana en avión a Barcelona y se había ido en bici a la salida de Sant Feliú (150 kilómetros extra), pues también. Lo corroboró unas horas después siendo segundo en el sprint de meta.

El martes, entre la niebla de Port Ainé, arrancó a seis kilómetros de la cima. No había televisión en directo, afectada por las inclemencias del tiempo, pero no hizo falta para saber que ese ataque era definitivo. Por detrás, a más de un minuto, Mikel Landa y Vlasov solo pelearon por el segundo puesto. Igual que un mes antes cuando el esloveno arrancó en Strade Bianche a falta de 80 kilómetros.


El miércoles fue Mikel Landa el que puso al Soudal a lanzar la carrera. En Vallter 2000 atacó el alavés a falta de seis kilómetros. Solo fue una lanzadera para Pogacar que se volvió a ir en solitario y levantar los brazos en meta. Esta vez Landa llegó solo y a menos de un minuto.
General resuelta, dos etapas al sprint con el control del UAE y a la espera de la etapa del sábado, con 4.000 metros de desnivel por el Berguedá con el temido Pradell.

El guion fue similar. Ritmo de carrera alto del UAE, que en las rampas imposibles de Pradell ya dejaba fuera de combate al Visma de Kuss y Uitjdebroecks. El primero será gregario de Vingegaard en el Tour y el segundo el hombre de las generales para el Giro, si Van Aert le da la venía. Pese a que engancharon en la bajada, solo hizo falta un primera ‘light’, el Alto de San Isidre, para que Pogacar arrancase a 30 de meta. Le aguantó un par de kilómetros Landa, pero nada más. El esloveno se marchó solo y 30 kilómetros después, en el Santuario de Queralt. Volvió a ganar. Un espectáculo. Con la general resuelta, podía haber seguido la táctica Team Sky, aguantar al máximo de gregarios posibles hasta que restasen dos kilómetros y asegurar el triunfo. Pero su ciclismo no entiende de conservadurismos, por eso ya ha ganado el Tour de Flandes, la Lieja y el Giro de Lombardia y no se detendrá hasta sumar los dos Monumentos que le restan, San Remo y Roubaix.

Ahora mismo la pelea de Pogacar es contra la historia, no frente a sus rivales. Por eso Landa estaba contento en el podio de Montjuic. Había recuperado las sensaciones de 2015, cuando superaba a Alberto Contador en la alta montaña. Mueve los mismos vatios. Incluso alguno más. Pero solo le da para ser el primero detrás del esloveno. Eso sí, con mucha diferencia sobre el resto. Porque si Pogacar le ha sacado 3:40 a Landa en una semana, el alavés le ha metido 1:20 a Egan Bernal, que ve brotes verdes después de su accidente en 2022, Y más de dos minutos a Vlasov y Enric Más. Sin el esloveno habría sido una exhibición de Mikel Landa y ya alguno apuntaría a sus opciones de amarillo en París. Pero esa parcela ahora mismo solo está reservada para Pogacar y Vingegaard, que en la distancia se retan para el mes de julio.