Gran Fondo Guadalxenil, por la cara b de Sierra Nevada

Escrito por Luis Ortega @ciclored

Te apuntas a una Gran Fondo en los alrededores de Granada, acumulas 3.400 metros de desnivel en solo 145 kilómetros y no tocas ninguna de las carreteras de Sierra Nevada. Territorio comanche que tiene nombre y apellidos, Gran Fondo Guadalxenil, que en 2023 llegó a su XII edición y te que permite recorrer la cara B de Sierra Nevada…. con el tráfico totalmente cerrado y a velocidad libre.

Ese es uno de los grandes atractivos de una Gran Fondo que tuvo a los vehículos de Skoda como apoyo de los casi 500 participantes que se dieron cita el sábado 6 de mayo en Lecrín-Talará, el centro del valle del río Guadalxenil. Para que lo sitúen, está ubicado al sur de Granada, a solo 20 minutos en coche y en la carretera que lleva hacia la playa de Motril. Las Alpujarras, donde las carreteras llanas no existen, pero que tampoco han acogido demasiadas veces eventos como La Vuelta a España, siempre tapadas por el gigante de Sierra Nevada. Quizás por eso el territorio es un gran desconocido para el cicloturista habitual, pero un descubrimiento para los amantes de los puertos de montaña.

La primera sensación al llegar a Lecrín es el de Marcha con olor a las de antes, con un equipo local entregado a los cicloturistas y empeñado en sacar adelante un proyecto que ayuda a dar a conocer el valle. Como la salida era a las 09:30 no hacía falta madrugar demasiado y había tiempo de pasar tranquilamente por la zona de dorsales, hablar con los cicloturistas locales (el grueso de los participantes) y recoger un bolsa que incluía maillot, 5 kilos de naranjas del Valle del Lecrín, barrita, geles y un bidón Skoda We Love Cyling. Y, detalle, tantos roscos de Loja (dulce local) como quisieras comer.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Guadalxenil (@cd_guadalxenil)

Carlos Sastre y puertos, puertos…

Los primeros 25 kilómetros de la Gran Fondo Guadalxenil son neutralizados. Ritmo ligero, pero con el coche delante. La razón, casi todos en descenso porque hay que bajar desde Lecrín hasta Lanjaron y Órgiva y no tiene sentido lanzar a un pelotón de casi 500 ciclistas con las fuerzas plenas cuesta abajo, aunque esté la carretera cerrada. Así daba tiempo a conversar con Carlos Sastre, el invitado estrella de la Gran Fondo. La filosofía del abulense desde que colgó la bici es cero sufrimiento. Disfrutar y punto. Rodar, charlar y hacer gala de un sentido del humor peculiar.

Desde Órgiva y con el pistoletazo de salida había que empezar a meter vatios. Lo primero, cinco kilómetros al 8%. Subida de los Tablones. Calentón (habíamos salido con 25 grados) y el grupo roto en mil pedazos. Hasta el Torvizcón no había descanso. Alguna pequeña bajada para soltar piernas, pero siempre con un repecho posterior. Y desde allí cruce para la primera ‘trampa’. Almejigar. Carretera estrecha que empieza en bajada… y como ciclista experimentado sabes que eso significa que los siguientes kilómetros son cuesta arriba para remontar el valle y con algún porcentaje del 15 o 18% escondido.

Casi sin bajada, se afrontaba el siguiente puerto, con un nombre que lo define perfectamente. La Contraviesa. Suena a subida con rampas imposibles y descansos. Nada regular y mantenido. Efectivamente era así. Doce kilómetroes con rampones al 12% y descansillo posterior. Ideal para perder hasta el apellido si forzabas demasiado al principio. Sobre todo porque después del avituallamiento de la cima no había descenso, sino otra decena de kilómetros de falso llano ascendente en los que había que seguir dando pedales.

Eso sí, desde el kilómetro 75 hasta el 105 era terreno prácticamente descendente. Vale, con algún repecho escondido, pero siempre para abajo por el Embalse de Rules. Por Velez de Benaulalla estábamos a solo 200 metros de altitud y la meta en Lecrín a 800. Así que desde allí… pues casi todo era subida. Primero al Alto de la Cebada o de los Guájares. No demasiado exigente, incluso con descansillos y bajadas en la parte inicial. Pero allí se empezaban a notar los metros de desnivel acumulados en las piernas y sobre todo los kilómetros que habías estado ‘jugando’ a ciclistas. Saliendo a ataques, cambios de ritmo….

Ligero descenso, con repecho incluido hasta el Embalse de Bednar y nueva ascensión. La última. Ponte en situación. Sobre las 14.00, 26 grados, carretera recta, ancha y al 6% durante cuatro kilómetros y medio. Una auténtica tortura psicológica, de esas que te hacen más fuerte como ciclista. En meta espera el trofeo de finisher y todo el líquido que necesites. La paella, la cerveza, los roscos de Loja y el ambiente ciclista en la entrega de trofeos, donde te encuentras, ya vestido de calle y duchado, con los que han sido tus compañeros/rivales de ruta. Y comentas la jugada. Y te acuerdas del pique sano. Y, en fin, sientes que has pasado una mañana haciendo lo que te gusta en un entorno creado con cariño para ti.