L’Etape Tour Madrid, dentro del corazón del Tour de Francia

Escrito por Luis Ortega @Ciclored

Cuando escuchas la sintonía del podio del Tour de Francia siempre te sube un cosquilleo por las piernas. Si te pasa a las 08.00 de un sábado entre Miguel Indurain, Óscar Pereiro, Sara Martín y otros 900 ciclistas más el efecto se multiplica. Y si a tu alrededor todo son banderas y maillots amarillos significa o que las cervezas de anoche te hicieron demasiado efecto, no te has despertado todavía y estás soñando con el Tour… o que estás a punto de tomar la salida de La Etape du Tour Madrid en Villanueva del Pardillo. 

Porque el Tour, para los que no hemos corrido el Tour (y ya no tenemos opciones de hacerlo) es eso, un sueño de verano para saltarnos la siesta en mitad de la canícula. Y si la organización nos trae a Madrid toda la ‘parafernalia’ de la Grande Boucle en forma de cicloturista, pues hay que aprovecharla, ¿no? Que no todos los días tienes al diablo Didi Senft (sí, que apareció en los 90 y todo el mundo creía que era fan de Chiappucci) dándote toques con el tridente mientras subes un puerto o esperándote en la línea de meta para darte el último grito de ánimo.
La organización había preparado dos recorridos para la primera edición de La Etape du Tour en Madrid. Discurrían por una de las zonas ciclistas menos conocidas de la región y de Ávila. Muchos puertos sin ‘nombres’ y territorio comanche sin un metro llano. ¿Comparaciones? Pues estilo Lieja-Bastogne-Lieja. El más largo de 170 kilómetros y 3.000 metros de desnivel y la versión media de 115 y 2.000 metros acumulados. Más que suficiente para llegar a meta con hambre…

COLOR TOUR DE FRANCIA

Todo empezaba el viernes. Zona de recogida de dorsales con toda la infografía del Tour. Los maillots del Tour, la zona de firmas, los carteles con el recorrido de las dos cicloturistas y sus puertos, una Pinarello roja para sortear, el diablo para hacerte una foto con él. Ideal para imbuirte en el espíritu del Tour, por si hacía falta algo más. Igual que en los Village de Salida del resto de las cicloturistas con el sello Etape du Tour. La idea surgió hace dos décadas y consistía en que el Tour elegía una de sus etapas de la edición de ese año y hacía una cicloturista por el mismo recorrido. Generalmente en Alpes o Pirineos. Ya saben, que si un año 4.500 metros de desnivel, que si 5.000 al otro…

El caso es que fue calando entre los cicloturistas, como para no hacerlo, claro. Y en 2019 ya tomaban la salida en la Etape du Tour Francia 16.000 ciclistas. Para entonces la franquicia ya había ampliado fronteras y había Etape du Tour en Australia, Argentina, México, Alemania o Colombia. A España debería haber llegado en 2020, pero por si no se habían enterado hubo una pandemia y se aplazó hasta este verano de 2021.

MÁS PUERTOS QUE EN EL PERFIL…

Ahora, con toma de temperatura antes de entrar en el cajón y la mascarilla puesta hasta que se daba la salida (y el móvil con la tele puesta para ver la carrera olímpica de Japón), comenzaba la primera Etape du Tour Madrid desde Villanueva del Pardillo. Velocidad libre, con Strava lives, sin chip y con el tráfico abierto, pero controlado. Es decir, que podías correr tanto como quisieras (o más bien pudieses), pero siempre teniendo en cuenta que seguía sin ser una carrera.

Así que el llano del inicio (el único de todo el recorrido) había que aprovecharlo para calentar las piernas y no gastar demasiado. Rodar en pelotón siempre ayuda. Porque pasado Quijorna se empezaba a poner la carretera cuesta arriba. ¿Pero en el libro de ruta no ponía que los puertos empezaban más tarde? Si, ya, pero si en el kilómetro 25 estás a 500 metros de altitud y en el 39 a 1.042 quiere decir que algo tienes que haber subido ¿no? En la carreras máster de El Escorial son puertos de segunda y de tercera… así que había que meter más vatios que si fuese llano o en bajada.

Descenso hasta Robledo de Chavela, giro a la derecha y camino de Valdequemada pues otra media docena de repechos, por si acaso creían las piernas que iban a estar mucho tiempo sin dar pedales. Ahí, en el kilómetro 50 se dividían las dos versiones de la cicloturista. La más larga hacia la provincia de Ávila para seguir sumando metros de desnivel antes del tramposo Arrebatacapas, ese puerto que después de coronarlo tienes cinco kilómetros ‘llanos’ que te echan abajo la moral.  Y sobre todo El Mediano. Un desconocido para la competición y que tiene dos muros al 16% que nada tienen que envidiar a La Redoute (recuerden lo de Lieja, claro). Para la versión de 115 el siguiente puerto era La Escondida. Largo (12 kilómetros) pero sin grandes desniveles y dentro de un bosque apartado del mundo. Apuntado para futuras rutas por aquí.

AVITUALLAMIENTO Y DOS MÁS…

Las dos marchas se juntaban en el avituallamiento de Las Navas del Marqués. Si, justo en la plaza debajo de la Iglesia-Castillo. Perfecto para hacerse fotos (y para que aparezca el helicóptero de la televisión francesa por encima y el Carlos de Andrés de turno explique cuando se construyó y qué función tenía) y para recuperar energías con Etixx y Kas (si es que hasta las marcas suenan a ciclismo y Tour de Francia).

Quedaban las dos últimas ‘tachuelas’. Primero Santa Maria de la Alameda, con solo 5 kilómetros pero al 7,5% y con dos tramos por encima del 10% que acababan haciendo daño. Y después la ‘tendida’ Paradilla, 4,6 kilómetros al 4,5% de media, que se hacen muy bien si no tienes más de 2.000 metros de desnivel acumulado en las piernas. Desde la cima solo quedaba bajar la Cruz Verde por Zarzalejo (con parada en el avituallamiento incluida) y dejar correr la bicicleta por terreno favorable.

Todo cuesta abajo. Bueno, no. Que esto es La Etape du Tour. Y ya sabes que la organización tiene que meter siempre un ‘repechito’ antes de meta para que no llegue todo el pelotón junto y para que a los que les sobran fuerzas puedan darse el último calentón. Esta vez había dos. Uno de kilómetro y medio antes de llegar a Villanueva del Pardillo y otro de solo 500 metros a un paso de meta, pero con el extra del viento, que en ese momento le dio por soplar en plan huracanado y de cara, claro. Los últimos vatios para cruzar la meta, saludar al Diablo y recibir la medalla del Tour, que es de esas que guardas con cariño en casa (y la pones al lado de la tele en el mes de julio) porque ya te sientes parte del Tour de Francia.