Para celebrar esta inspiradora determinación, hemos querido compartir la extraordinaria historia de Fariba, desde sus primeros días en Afganistán hasta los retos a los que se enfrentó mientras practicaba el ciclismo, y cómo su reciente éxito inspira a una nueva generación de mujeres deportistas.
El camino al estrellado desde Faryab
Fariba y su hermana Yulduz se enamoraron del ciclismo cuando eran adolescentes. Al crecer en una de las regiones más remotas y tradicionales de Afganistán, ninguna de las dos había imaginado nunca que la bicicleta cambiaría sus vidas. Descubrieron el deporte a través de un evento ciclista local que les llamó la atención y les pareció divertido. Sin embargo, al no tener bicicletas ni experiencia en ciclismo, se vieron obligados a convertirse en ciclistas increíblemente ingeniosas desde el primer día. Tomaron prestada en secreto la bicicleta de un vecino para aprender, todo ello mientras se cubrían con ropa demasiado grande y bufandas para ocultar sus identidades. A pesar de estas barreras, sobresalieron y acabaron primera y segunda en su primera carrera. «Fue increíble», declaró Fariba a la BBC. «Me sentí como un pájaro que podía volar».
Contra la resistencia y el peligro
A pesar de un comienzo prometedor, el viaje de las hermanas al mundo del ciclismo no estuvo exento de resistencia y hostilidad. Su familia, sujeta a las normas locales, las instó en un principio a que lo dejaran en cuanto descubrieron la nueva afición poco convencional de sus hijas. «Me pidieron que dejara de montar en bici», cuenta Fariba, pero ella sabía que había encontrado una pasión por la que merecía la pena desafiar las normas.
A medida que aumentaba su determinación, el ciclismo atrajo la atención del público, y no todo fue apoyo. Además de la reacción, ella y su hermana sufrieron acoso e incluso peligro físico por parte de personas de su comunidad que creían que el ciclismo no era un lugar para las mujeres. «La gente intentaba atropellarnos con los coches o nos tiraba piedras mientras íbamos en bici», recuerda Yulduz, poniendo de relieve los riesgos cotidianos a los que se enfrentaban por el mero hecho de practicar su deporte.
Huir de Afganistán y encontrar futuro en Italia
En 2021, sus vidas dieron otro giro drástico cuando los talibanes recuperaron el control de Afganistán e impusieron restricciones radicales a los derechos de las mujeres. A las mujeres se les prohibió participar en deportes, educación, viajes y muchos otros aspectos de la vida pública. Al darse cuenta de que ya no podían perseguir sus sueños ciclistas en casa, Fariba y Yulduz supieron que tenían que escapar.
«Lo más duro para mí es estar lejos de mi madre», explica Fariba. «Nunca pensé que por el ciclismo me separaría de mis hermanos y hermanas… He sacrificado mucho».
Gracias a contactos en la comunidad ciclista internacional, pudieron conseguir plaza en un vuelo de evacuación a Italia. Una vez en Italia, las hermanas se unieron a un equipo ciclista profesional y recibieron entrenamiento formal por primera vez. Fue una experiencia transformadora que les permitió perfeccionar sus habilidades como nunca antes habían podido. «En Afganistán no teníamos formación profesional», señala Yulduz. «Lo único que hacíamos era coger nuestras bicis y montar».
Aunque dejar a su familia y su patria fue profundamente doloroso, Fariba se aferró a su sueño de competir internacionalmente, una decisión que pronto la llevaría a alcanzar logros sin precedentes.
Victoria en el Tour de l’Ardèche
La dedicación de Fariba al ciclismo culminó con una increíble victoria este septiembre en la etapa reina del Tour Feminin l’Ardèche. Se enfrentó al Mont Lozère y se demostró a sí misma y al mundo lo que las mujeres afganas eran capaces de conseguir. Este logro siguió a una temporada impresionante en la que quedó 8ª en el Tour de l’Avenir Femmes y 10ª en el Giro Mediterráneo de Rosa, afirmando su potencial en el mundo del ciclismo de competición.
Representando a Afganistán en Paris
También causaron sensación en los Juegos Olímpicos de París, donde ella y su hermana representaron a Afganistán, una decisión que llegó tras complejas conversaciones con el Comité Olímpico Internacional (COI). Representar a Afganistán en lugar de al Equipo Olímpico de Refugiados fue muy significativo para Fariba, que quería destacar la fuerza de las mujeres afganas ante una audiencia mundial. «Nuestro logro pertenece a Afganistán», declaró. «Esto pertenece a las mujeres afganas. Voy a los Juegos Olímpicos por ellas».”
Rompiendo techos para una nueva generación
De hecho, el viaje de Fariba es un poderoso testimonio del coraje y la perseverancia de las mujeres afganas y los atletas de comunidades marginadas de todo el mundo. Ahora entrena con el Centro Mundial de Ciclismo y forma parte de un equipo de desarrollo de élite, muy lejos de los días en que iba disfrazada en una bicicleta prestada. Sin embargo, a pesar de sus logros y de las modernas instalaciones de Aigle (Suiza), Fariba no pierde de vista sus humildes orígenes. «Somos la fuerza de la otra», dice Yulduz sobre su vínculo con Fariba. «Yo la apoyo, y ella me apoya a mí».
¿Cuál es su futuro?
A medida que la reputación de Fariba sigue aumentando, crecen las especulaciones sobre su futuro en el deporte. Sus notables actuaciones esta temporada la han situado como una prometedora candidata a un codiciado contrato WorldTour. Con sólo 21 años, Fariba tiene toda una carrera por delante, y su viaje no ha hecho más que empezar.