Madrid 7 Picos, un formato con futuro

Escrito por Luis Ortega @ciclored

Una de las cosas que un cicloturista envidia de un ciclistas profesional es que, a la hora de ponerse un dorsal, los segundos siempre tienen el tráfico cerrado y los primeros solo unas pocas veces. El formato de la novedosa Madrid 7 Picos permitía precisamente eso, poder rodar durante muchos kilómetros sin tener que preocuparte por los coches, igual que sucede en muchas de las cicloturistas italianas. 

Les pongo en situación. En España hay pocas marchas totalmente cerradas al tráfico. Quebrantahuesos, Mallorca 312, Marcha Alberto Contador y pocas más. El resto juega con las opciones de llevar a todo el pelotón agrupado y dar tramos libres sin tráfico o hacerlas con los coches controlados y el tráfico abierto. Sin embargo el formato de la Madrid 7 Picos se parece mucho más al de las Gran Fondo italianas, como el Il Lombardia, la GF Strade Bianche o la Nove Colli.

En Italia lo que se establecen son cápsulas de tiempo en las que el tráfico está totalmente cerrado a los coches. Suelen ser bastante amplias y permiten a la mayoría de los cicloturistas ir todo lo rápido que deseen a sabiendas de que no habrá vehículos en el recorrido. Cuando se supera ese tiempo aparece un vehículo de la organización que señala el ‘fine gara’, es decir, fin de carrera (ojo, no de la prueba) y a partir de ese momento el participante sabe que se puede encontrar vehículos en sentido contrario, pero sigue teniendo todos los servicios de la prueba. Avituallamiento, cruces señalizados, voluntarios controlando el tráfico, coche escoba…

Foto Madrid 7 Picos

Esto es exactamente lo que se hizo en los dos días de la Madrid 7 Picos. Durante gran parte del recorrido tenías todo el tráfico cerrado y solo si te salías del margen fijado llegaba un motorista de la Guardia Civil y te advertía que a partir de ese momento ibas a tener el tráfico abierto.

Dos días, 7 puertos, 5.000 metros de desnivel

El concepto con el que se lanzó la Madrid 7 Picos era en si innovador. En total eran siete puertos, unos 5.000 metros de desnivel y 330 kilómetros, pero divididos en dos etapas y en las que sumabas el tiempo de ambas. Un fin de semana para probar la capacidad de recuperación física del ciclista igual que los profesionales que disputan las pruebas por etapas. Aquí todavía sin clasificación por tiempos ni premios, pero con tráfico cerrado es una cuestión que incluso se podría plantear.

Lo cierto es que la fecha y el lugar hacían dudar. 17 y 18 de septiembre en Buitrago de Lozoya. En mitad de la Sierra de Guadarrama (como diga la de Madrid Perico se enfada). Eso solía significar fresco, pero en este raro 2022, pues a saber. Sucedió lo contrario. El fresco solo apareció durante una hora, desde que se daba la salida a las 08:00 hasta más o menos las 09:00. Pero como se podía ir todo lo rápido que se quisiera… pues era muy sencillo entrar en calor. Eso sí, había que regular fuerzas porque la ‘empresa’ se las traía.

Realmente casi todo el recorrido estaba por la Comunidad de Madrid, salvo una pequeña incursión en Guadalajara. Así que el sábado a las 08.00, con el Castillo de Buitrago de Lozoya como espectador, Guajardo como speaker e ilustres como Perico, Beloki y Unai Yus en el cajón, comenzaba una aventura con olor a Vuelta a España.

¿Desde Buitrago de Lozoya hasta el inicio de Morcuera por Rascafría es llano, verdad? Error. Repechos y repechos para romper el grupo. Al inicio de Morcuera (se subía por la vertiente contraria a La Vuelta 2022) ya sobraban los manguitos y el chaleco. Unos kilómetros más arriba casi hasta el maillot. Verano total para el primer avituallamiento en la cima y afrontar Canencia, esta vez con Joseba Beloki y Unai Yus como compañeros de grupetta. Charleta asegurada.

Retorno hacia Buitrago por media docena de repechos más y nos metemos de lleno en la ‘Sierra Pobre’, la gran desconocida. Con 100 kilómetros y más de 1.500 metros en las piernas llegaba el ‘territorio comanche’. Me tocaba hacer de anfitrión porque ni Belo ni Unai Yus lo conocían. Nunca La Vuelta ni otra carrera profesional ha tocado estas carreteras, lo que significa KOMs casi ‘virgenes’. Se lo resumo en pocas palabras. Vale, hay que subir tres puertos, Campadales, el Cardoso y La Hiruela, pero el resto son repechos o bajadas. Olvidaos de los llanos, porque no hay ni un centímetro que no tenga desnivel.

No llevábamos prisa y en los avituallamientos me tocaba hacer la función de fotógrafo oficial. Así que a falta de 30 kilómetros la Guardia Civil nos advirtió de que el tráfico ya estaba abierto. Sin problema. Por Prádena y Gandullas tampoco había demasiados coches y en cada cruce había un voluntario dándonos paso. Últimas pedaladas favorables destino al adoquinado del Castillo de Buitrago de Lozoya tras menos de seis horas encima de la bici (y una medio hora en los avitullamientos).

Nuevo saludo a Guajardo (no se cansa de hablar el tío), ducha en el Polideportivo de Buitrago y a reponer fuerzas. Esta vez había todo un avituallamiento completo, con el plus de unas patatas revolconas con panceta…. Que oye, no venían mal para pensar en el domingo.

Y es que la segunda etapa eran ‘solo’ 70 kilómetros y dos puertos, Alto de Robledillo y Puerto de La Puebla, pero el desnivel se iba hasta los 1.300 metros. Así que poca broma. En la línea de salida, pues muchos de los que habían hecho la etapa del sábado y algunos ‘debutantes’. El formato permitía inscribirse a solo una de las de los etapas o a ambas, lo que hizo sumar a más de 600 ciclistas.

Esta vez todo el recorrido iba por completo por la ‘Sierra Pobre‘. Salida hacia el sur, repecho de Manjiron, Alto del Robledillo y otra vez ‘territorio comanche’ antes de subir La Puebla, uno de esos puertos perfectos para entrenar. Largo, sin estridencias, pero constante. De su su cima era casi todo (esta vez si) bajada hasta la línea de meta de Buitrago de Lozoya para completar los 7 Picos Madrileños (y de Guadarrama)