Historias del Galibier. Una etapa mítica del Tour

Escrito por Luis Ortega @ciclored

Si el Tour estrenó la alta montaña en los Pirineos en 1910 con el Tourmalet y desde entonces casi todos los años repite cita, en los Alpes solo tardaron un año más en llegar. Fue en la edición de 1911 y el rey se llamó Galibier, con sus 2550 metros de altitud entonces. Se subió en la quinta etapa por la vertiente de Saint Michel de Maurienne, la del Telegraphe, quizás uno de los puertos más duros del mundo.

Desde aquel día, en el que la leyenda del Tour dice que Emile Georget lo subió en 2 horas 38 minutos y solo paró dos veces, una de ellas para meterse en un río, el Galibier se ha convertido en el habitual ‘techo’ de la carrera francesa, sobre todo después de su ampliación un kilómetro extra hasta los 2.645 metros de altitud actuales.

Se ha subido desde entonces en 57 ocasiones y, si bien es cierto que otras cimas como La Bonnette o Iseran la superan en altitud, ninguna de ellas tiene la épica, el misticismo y la historia del Galibier. Eso sí, tardó 100 años en ser meta del Tour, en 2011 y desde entonces nunca lo ha vuelto a ser. Fue la meta más alta de la historia de la carrera francesa otro hito para un Galibier que siempre ha marcado la carrera como puerto de paso.

En este 2019 el Galibier se asciende por la vertiente de Briancon, la misma que en 2011, y supone primero coronar Lautaret para luego afrontar los ocho kilómetros finales de Galibier. Es una de las tres opciones, las otras dos, la mencionada desde Saint Jean de Maurienne y previo paso por el Telegraphe, sin duda la más dura, y la otra desde Bourg de Osians pasando por Lautaret, y con los ocho kilómetros finales idénticos a los de la vertiente de Briancon.

Lo que nadie quita al Galibier son sus más de 30 kilómetros de subida por cualquiera de las caras y el final exigente, porque por ambos los últimos ocho de ascensión son siempre por encima del 8% y a más de 2.000 metros de altitud, con lo que eso supone para el cuerpo del ciclista.

LA PULGA DE TORRELAVEGA

Vicente Trueba fue el primer español en hacerse famoso en el Tour y lo hizo, claro, por su fama de escalador sin igual. Pese a que ya había participado en varias ediciones, no fue hasta 1933 cuando se le reconoció su valor. En aquel año coronó el cabeza 16 puertos del Tour y batió el récord de la subida al Galibier por más de 30 minutos (con el Strava actual se habría regalado un KOM). Ese día debería haberse llevado la carrera, al menos con las normas actuales. La exhibición del cántabro le llevó a dejar fuera de control  a más de medio pelotón, y entre ellos a los cinco ciclistas que le precedieron en clasificación general de París. Sin embargo la organización los repescó al día siguiente y le privaron de ser el primer español en ganar el Tour.

Foto. A la contra
Foto. A la contra

Es cierto que eran otros tiempos y que el maillot de la montaña, que sí que fue para él, le reportó una buena cantidad de dinero y contratos para los Criteriums posteriores al Tour.

El mote que se ganó Trueba en el Tour fue el de la Pulga de Torrelavega y se lo puso el organizador y periodista Henri Desgranges, el mismo que tiene un monumento en su honor a un kilómetro de coronar Galibier por la vertiente de Lautaret.  Dice la leyenda que el apodo se le ocurrió viendo al pequeño cántabro subiendo el Galibier con la rueda de detrás rota y saltando sobre la bici como una pulga.

EL BIDÓN DE COPPI Y BARTALI

En 1952 Fausto Coppi ganó su Tour de Francia más holgado, con más de 28 minutos sobre el segundo clasificado, Jan Ockers. Sin embargo esa edición se recuerda por la mítica foto del Galibier en la que un bidón separa a Fausto Coppi y Gino Bartali, su contrapunto ante la afición italiana. La duda, ¿quién había dado la botella de agua a quién? se mantiene hasta nuestros días.

Resumiendo mucho, después de la Segunda Guerra Mundial Italia estaba dividida entre la vertiente más religiosa, que representaba al ya veterano Gino Bartali, conocido como ‘El Monje’ y la izquierdista, moderna y comunista que encarnaba el rebelde Fausto Coppi, mucho más joven y habitual de la prensa del corazón.

Es cierto que ese Tour no había color. En la etapa 10, el primer final en Alpe d Huez de la historia, Coppi había soltado con facilidad a todos sus rivales y ya era el líder de la general. Carrea iba a 5 segundos pero los escaladores, Bartali, Ockers o Robic a más de 13 minutos.

Al día siguiente llegaba el gran día de Alpes. Croix de Fer, Galibier por Telegraphe, Montgenevre y final en Sestriere, ya dentro de Italia. En la primera subida los franceses se ponen rebeldes y atacan a Coppi. Su respuesta llegó en Galibier y fue demoledora. A su primer ataque solo le puede seguir Bartali y ahí se coge la famosa instantánea. Después, nadie. El vacío detrás de Coppi en la meta de Sestriere son más de siete minutos a los que llegó Bernardo Ruiz. Bartali acaba quinto a 10 minutos. El Tour está resuelto. La duda del bidón, jamás.

LA EXHIBICIÓN BALDÍA DE ANDY SCHLECK

En 2011 se cumplía el centenario de la primera ascensión al Galibier y el Tour, siempre solícito con su historia, preparó una edición con dos subidas al gigante de los Alpes y la primera y única línea de meta de la historia. Llegaba en el segundo bloque de montaña y hasta entonces los Pirineos no habían resuelto nada. Los hermanos Schleck, Cadel Evans, Alberto Contador y un inesperado Voeckler se estaban jugando la carrera.

A la etapa 18 llegaba como líder Voeckler con más de un minuto sobre Cadel Evans y Frank Schleck, Andy Schleck ya estaba a dos y Alberto Contador a más de tres. Sin embargo todos intuían que el francés acabaría claudicando y que esta etapa iba a ser decisiva. Altísima montaña y más de 5.000 metros de desnivel. El eterno Agnello, con 2.700 metros de altitud, el épico Izoard, con su paso por la Casse Desserte y el final en la cima de Galibier a 2650 metros. (Curiosidad, una etapa muy similar a la que veremos en este 2019, salvo el cambio de Agnello por Vars).

El punto clave fueron las rampas duras del final de Izoard. En La Casse Desserte saltó Andy Schleck y nadie de los favoritos pudo seguirle. Por delante sus compañeros Monfort y Posthuma le hacen el trabajo en el llano desde Briancon hasta el inicio leve del Lautaret. A partir de ahí es trabajo de Andy, que ya no tiene rivales por la victoria de etapa pero piensa en la general. Sopla viento de cara y por detrás entre los favoritos nadie quiere tomar las riendas. Es Cadel Evans el que asume en solitario las tareas de reducir la desventaja con Andy Schleck.

La lógica dice que en los ochos kilómetros finales de Galibier tanto Contador como Frank Schleck se aprovecharán del trabajo de Evans para soltarle y acabar con sus opciones en el Tour. Pero la lógica no siempre sucede en el ciclismo.  Contador se descuelga a tres de meta y se deja casi dos minutos con el grupo de Evans. Solo Frank Schleck remata al australiano, pero por unos pírricos 7 segundos. El que si ha sacado renta es su hermano, Andy, más de dos minutos, pero la gran sorpresa es Voeckler, que solo pierde seis segundos y se mantiene líder con 15 de diferencia sobre Andy Schleck, que pasa a ser el gran favorito, y un minuto sobre Frank  Schleck y Cadel Evans.

Al día siguiente el segundo Galibier pudo cambiar el destino de la carrera con el ataque a la desesperada de Alberto Contador, pero todo se reagrupó antes de Alpe d Huez y los favoritos, salvo Voeckler, llegaron juntos. La crono del penúltimo día le dio el amarillo a Cadel Evans.