Un bidón, un saludo y los valores del ciclismo. Tour en Pirineos 2022

Escrito por Luis Ortega @Ciclored

No habían llegado los Pirineos. Todavía era el Macizo Central. Tórrido, asfixiante. Etapa de Mendé, como la del 95. Cima del aeródromo de Mendé, ahora Laurent Jalabert. Rampas imposibles. Menos de 10 minutos de esfuerzo. Ideal para Pogacar. Arranca tres veces. Todos los favoritos se descuelgan a la primera. Solo le sigue Vingegaard. No se descuelga. No cede ni un metro. El danés no se despega del mejor ciclista del mundo. Cuando corona, a un kilómetro de meta, le da tiempo a coger el bidón, beber agua y volver a guardarlo en la bici. No tira el agua restante. Gramos, si. Pero signo inequívoco de que no ha llegado al límite y de que la nueva estrella del Jumbo tiene energía para más.

Solo era ciclismo gestual. Las impresiones que recibimos a través de la tele cuando vemos a los corredores moverse delante de la cámara. Sensaciones que el aficionado interpreta. Unas veces acierta, otras se equivoca. Solo el ciclista y su entorno más cercano sabe lo que sucede dentro. Hay que esconder todo lo posible para no dar pistas al rival. Para que no intuya tu debilidad. La de Pogacar parecen ser las cimas de más de 2.200 metros. Perdió segundos en el Col de la Loze (2.304) en 2020 ante Supermán López y Roglic. Minutos en Col du Granon (2.404) ante Vingegaard.

En Pirineos no las hay con carretera transitable y menos en este 2022 sin Tourmalet (2.115) ni Col du Portet (2.215). Puertos más cortos, con cimas más bajas. Peyragudes (1.500) y Hautacam (1.630). Territorio Pogacar, que en 2022 ya se exhibió en Peyresourde y ganó en Laruns después de Marie Blanque y en 2021 hizo doble en Portet y Luz Ardiden.

Eso sí, esta vez al esloveno no le valía con arrancar en el último puerto. Demasiados segundos que recuperar ante un rival sólido, que no tira el agua del bidón después de una subida extrema, con el equipo más fuerte del Tour (y más en forma de este 2022). Y eso que antes de la batalla final el Jumbo había perdido a dos puntales para la alta montaña como Roglic y Kruisjwik. Le restaba Kuss, Benoot y Van Aert, que en si mismo ya es un equipo. Igualaban fuerzas con el UAE, sin Bennet desde casi el inicio de carrera.

El intento de reconquista del amarillo empezó después del día de descanso Lers, puerto corto, tendido y lejos de meta. Ritmo de Majka, tan intenso que saca la cadena, patinazo, golpe y acaba yéndose a casa. Segunda baja el mismo día para Pogacar, que ya tenía a Marc Soler peleando a cola de pelotón por no llegar fuera de control. Tres intentos del esloveno y Vingegaard sigue a rueda. Tranquilidad. Habrá que esperar al Mur de Peguere, pero allí está Van Aert, haciendo la del helado de Bahamontes, aguardando por si Pogacar puede despegarse de Vingegaard y tiene que apretar en el llano hasta meta para volver a meter al danés en cabeza. No hace falta. Combate en blanco.

Peyragudes, Hautacam y Van Aert

Etapa clásica de Pirineos. Más corta de lo habitual, solo 130 kilómetros. Pero con Aspin, Hourquette de Ancizan, Val Louron y Peyresourde/Peyragudes. Los cuatro seguidos, sin tramos llanos en los que Vingegaard vaya a usar a Van Aert. Aún así, el belga va por delante, por lo que pudiese pasar. Ya no hace calor. Niebla y humedad. Donde mejor se mueve Pogacar. Pero solo tiene tres armas. Hirschi, que cierra pelotones desde el inicio del Tour, Bjerg, llaneador que da su último servicio al inicio de Hourquette antes de explotar y McNulty, que tiene su día de inspiración. El americano arranca la moto al empezar Val Louron/Val dAzet (se subió por la cara contraria al dia de Indurain y Chiappucci)  y ya no parará hasta que falten 200 metros para la cima de Peyragudes.

Van Aert. Foto @Ciclored

Por el camino se van quedando todos los actores secundarios de este Tour. Porque ha sido un Tour de dos (bueno, de tres si metemos a Van Aert). Claudican Mas, Yates, Quintana, aguanta un poco más Bardet, que acabará destrozado en meta, Gaudu, que se deja ir y luego recupera para no explotar y Geraint Thomas, que se meterá en el podio pero no es ni el tercero en discordia. De McNulty, Pogacar y Vingegaard a ellos, el abismo. Un espacio de tiempo inhabitual en ciclismo profesional.

El trabajo de McNulty es inmejorable, pero no cumple con su misión, descolgar a Vingegaard. El danés sigue pegado a Pogacar, solo se atreve a rebasarle a 100 metros de la rampa del 15% del Aeródromo de Peyragudes. Error. El esloveno le remata para apuntarse su tercera victoria de etapa. Solo cuatro segunditos de botín. Insuficiente.

Y llega la última etapa de alta montañaen Pirineos. Recuento de efectivos. Vingegaard tiene a Van Hoydonck y Laporte para los 40 kilómetros de repechos desde Lourdes a Laruns (inicio de Aubisque) por si el pelotón se desmadra. Después a Benoot, a Kuss para la montaña y a Van Aert… para ser Van Aert. Pogacar mira alrededor de su autobús y solo ve asientos vacíos. Hirschi y Bjerg para el inicio y McNulty hasta donde llegue. Porque lo de Peyresourde debe pasarle factura.

En Aubisque se descontrola todo y hay escapada. Si. Con Van Aert por delante, esta vez ayudado por Benoot, que el maillot verde no es incombustible (al final de etapa demostrará que si lo es) y McNulty. Y también los Movistar. Y se sube rápido y se desciende tan rápido que Mas deja en evidencia su bloqueo en los descensos. Tres caídas en un año bajando hacen mucho daño, a veces más mental que físico.

Y llega Spandelles, desconocido de Pirineos. 10 kilómetros al 8,3%. Carretera estrecha. Asfalto antiguo. Y Pogacar quiere reivindicar su puesto entre los mejores ciclistas de la historia. Y arranca. Y se quedan todos, menos Vingegaard. Para, vuelve a arrancar, y sucede lo mismo. Desde lejos. Para recuperar el tiempo perdido. Solo dos ciclistas. El resto, rezando para que se miren y poder volver a meterse en el grupo. El último movimiento es a uno del final. Cuando se pone la carretera al 10%. Si no me voy subiendo, pues bajando.

Descenso estrecho, carretera rugosa y cunetas llenas de gravilla. Tubeless de 28, más rápido y más seguro en las bajadas. Aún así patina la rueda trasera a Vingegaard, que controla la bici con una cabriola. En caso de caída aún tenía a Van Aert por delante… Pogacar sigue arriesgando, pisa cuneta en la siguiente curva y se va al suelo. Pierna izquierda con sangre por el asfalto, lado derecho indemne por la hierba. Y Vingegaard mira para atrás. Espera. Tiene el Tour ‘ganado’ y no quiere máculas en su expediente. Deportividad. Pogacar choca la mano. Pues nos lo jugaremos en Hautacam.

Y allí Pogacar intenta la última. Ritmo fuerte. Para ver sin explota Vingegaard. Pero Van Aert, que ya ha soltado a Pinot y Daniel Felipe Martinez (Lombardia y Dauphine, ojo) sigue por delante, por lo que pueda pasar. Y se vuelven a quedar solos y enganchan a Van Aert. Y a cinco de meta el belga hace 400 metros a fuego. Suficientes para soltar a Pogacar. Y Vingegaard le agradece los servicios prestados y camina solo hacia la meta. Para ganar de amarillo. Después el blanco de Pogacar, que esta vez no se hundió y solo pierde un minuto. Y en los boxes abraza a Vingegaard como si fuese compañero de equipo, como hizo Roglic cuando él le arrebató el Tour en la último crono. Rivales y caballeros.

El tercero es Van Aert, con un maillot verde en el que dobla puntos al segundo. Otro día más entre los tres primeros. Ovaciones en todas las cunetas. Más carisma que su líder. Y con tres etapas por delante, dos sprints y una crono, en las que es serio candidato a seguir ganando parciales en este Tour.