Clásica Jaén Paraíso Interior, el primer ‘sterrato’ español

Escrito por Luis Ortega @Ciclored

Alexey Lutsenko acabó la temporada 2021 ganando la primera carrera gravel para ciclistas profesionales, La Serenisssa Gravel de Piazzola Sul Brenta, en el Veneto italiano y ha empezado la de 2022 venciendo en primera edición de la Clásica Jaén Paraíso Interior. En las dos había caminos de tierra (sterrato, que está mas de moda), pero la primera la disputó con una bici de gravel (ciclocross para que se aclaren ustedes) y en Jaén con una de carretera pero con tubulares de 28/30.

Desde que en Gaiole in Chianti, en la Toscana italiana, se les ocurrió hace más casi décadas montar una cicloturista con caminos de tierra y bicis antiguas, La Eroica, el sterrato se ha puesto de moda. Esa apuesta la recogió un banco, el Montespaschi de Siena y montó la Montepaschi Eroica, que años después pasó a llamarse Strade Bianche. En 2021 se la disputaron Van der Poel, Alaphillippe y Bernal. Cuarto fue Van Aert, quinto Pidcock y séptimo un tal Tadej Pogacar. Es decir, una participación de lujo. La Strade ya es una clásica de postín para los profesionales, aunque sin el arraigo de Tour de Flandes o Paris Roubaix, que cambian la tierra por los adoquines.

El Tro Bro Leon también se disputa por caminos de tierra (muchas veces incluso de barro, no en vano la mascota de la carrera es un cerdo), aunque la carrera francesa de la Bretaña no atrae a los grandes nombres. Tampoco la última versión de La Paris Tours, que en las tres últimas ediciones ha introducido ‘caminos de viñas’ en su recorrido final. El Giro hace años que empezó a introducir tramos de sterrato, tanto en las etapa de los alrededores de Siena como en alta montaña. La Finestre es quizá uno de los puertos más duros del mundo con sus 10 kilómetros de tierra. El Tour también lo ha hecho. El final de La Planche des Belles Filles o el Plateau des Glieres.

Faltaba España, claro. Es cierto que en La Vuelta ya hubo un experimento en Andorra. El sterrato desde la cima de Engolasters hasta Cortals de Encamp. Eso si, con tan mala suerte que ese día le dio por diluviar y no se vio nada de la carrera en directo porque la tormenta cortó la señal.

La primera clásica de sterrato hispánico se llama Jaen Paraíso Interior y copia los números de la Strade Bianche. Un recorrido de 190 kilómetros, con 3.000 metros de desnivel acumulado y varios tramos de tierra. Salida en ciudades monumentales, Baeza en la versión española y Siena (si no han ido nunca no dejen de visitarla) en la italiana y meta en cuesta con adoquines. Úbeda en la hispánica, mientras que en la Strade se acaba en la misma ciudad que empieza, Siena. Y hasta aquí las similitudes.


La Strade tiene más sterrato, 63 kilómetros por 40 la Jaén Paraíso Interior, divido en más tramos 11 por siete la española y sobre todo no se repite ninguno. De eso adolece la carrera de Jaén. Realmente fueron solo cinco tramos de sterrato diferentes, porque el último, Bayyasa, que es el que desemboca en Úbeda se hizo hasta en tres ocasiones. En la primera rompió el pelotón. Un paso estrecho por un puente al final del tramo, unido a los desniveles, cortó al gran grupo. En las dos ocasiones siguientes sirvió para que Lutsenko demostrara que era, con diferencia, el más fuerte de todos.

El kazajo ya se había escapado en el tramo 5 Ubbadar, pero en una bajada larga por autovía (otro de los aspectos a modificar) le atraparon Kamna, Wellens, Vliegen y Swift. En el siguiente sterrato, casi sin dar muestras de cansancio, los volvió a soltar. Sentado, sin ataques. Solo subiendo el ritmo. También es cierto que la tierra invita a ese tipo de pedaleo para evitar que el tubular trasero patine. Se marchó solo a falta de 40 kilómetros a meta y se acabó la carrera. Y eso que el de Astana tuvo que apretar la rueda delantera en el primer paso por meta y echar pie a tierra por el puente estrecho de entrada a Úbeda cuando solo le quedaban tres para acabar. Incluso se le vio dando chepazos en los tramos de adoquines y buscando el trazado más suave para sufrir menos. Por detrás la cosa iba mucho peor. Hasta que no quedaban 500 metros no se movieron Wellens y Vliegen para completar el podio.

Faltó emoción, claro, y algo de cuota local, que eso siempre anima. Alejandro Valverde era el indicado para dar lustre a la carrera en su último año de profesional (o quizás no), pero el Covid le dejó fuera. Tampoco acudió Iván García Cortina, el otro experto en el Clásicas.  El primer español fue Jonathan Lastra, del Caja Rural y que se pasa los inviernos corriendo el ciclocross y eso ayuda, decimotercero pero lejos de pelear por la victoria.

Marketing y futuro

El gran valor de la Clásica Jaén Paraíso interior es que para ser la primera edición ha conseguido generar expectativas entre los aficionados al ciclismo y que se viese en directo por televisión. Ayuda que detrás de la organización esté un grupo como RCS, que se encarga del Giro y de la Strade y también es dueño en España del Diario Marca. Han conseguido repercusión imitando el estilo de la Strade Bianche pero dándole el toque andaluz.

Es cierto que una meta con tanta belleza arquitectónica como la de la Piazza del Campo de Siena es complicado de igualar, pero en dureza quizá la carrera de Jaén esté un pelín por encima de la italiana, aunque en Jaén el sterrato solo era cuesta arriba y en Strade también hay bajadas de tierra. Eso ahora, con bicicletas en las que caben tubulares de 28 y 30 de sección no es mayor problema, a no ser que te llames Remco Evenepoel y te estés jugasdo el Giro 2021 en el sterrato de Montalcino.

En La Toscana los sterratos son entre cipreses y en Jaén entre olivos y el detalle del trofeo, una aceituna gigante, al menos llama la atención. Son señales para diferenciarse del resto y eso es algo que hace falta al ciclismo de nuestro país.

El futuro de la carrera pasa por que cale en los equipos profesionales y que en próximas ediciones consiga atraer a los ‘capos’ de las clásicas. Y también entre los aficionados. Para ellos, una versión cicloturista el día anterior o posterior siempre es un punto a favor para que comiencen a conocer y dar un nombre a los tramos de tierra. El siguiente paso es que ocurran cosas tan importantes en carrera que se empiecen a considerar épicos. Pero esa vitola solo a da el tiempo,