Empecemos con la historia. Los adoquines de la Paris Roubaix siempre han estado ahí. En el siglo XIX eran la solución para que los mineros llevasen los carros llenos de material pesado por los caminos sin hundirse en el lodo. Aunque no lo creas en Roubaix suele llover bastante (el día de la Paris Roubaix no, vale) y antes todo era tierra. Las piedras, colocadas de una u otra manera, ayudaban a que las ruedas de carros y carretas rodasen.
Las minas de los alrededores de Roubaix se cerraron en la segunda mitad del siglo pasado, los tramos de adoquines se iban asfaltando y la Paris Roubaix, se quedó en una carrera completamente llana (no salen más de 1000 metros en 270 kilómetros) y con pocos kilómetros sobre el adoquín. Estaba ‘tocada’ hasta que un ciclista local, Jean Stablinski, que antes había sido minero, sugirió el paso por el Bosque de Arenberg. El Tour, que es el organizador de la carrera, lo tuvo en consideración e insertó el tramo más complicado de la carrera a 90 kilómetros de meta. Fue en 1967 y pasó por allí en cabeza… el de siempre, Eddy Merckx.
La carrera se revitalizó, surgió la Asociación des Amix de Roubaix, que restaura los más de 35 tramos de adoquines con los que juega la organización cada año, y Jean Stablinski dio nombre al velódromo cubierto de Roubaix, que está pegado al descubierto que es meta y a su muerte en 2007 fue colocada una placa en Wallers, justo a la entrada de Arenberg.
Clasificación de los tramos de Roubaix
En los últimos años, la Paris Roubaix suele utilizar 29 tramos de adoquines, casi siempre los mismos, aunque suele variar algunos en la parte inicial de la carrera. En total hay casi 40 tramos con dureza suficiente para ser ‘calidad’ Roubaix que también se emplean en el GP de Denain, en marzo, o en algunas de las etapas del Tour de Francia.
La clasificación va desde una estrella, el más sencillo, hasta cinco estrellas, los más complicados. La decisión sobre que nivel tiene cada tramo va en función de la longitud, las posibles escapatorias (las cunetas son ciclables en la Paris Roubaix), lo roto que esté el adoquín, las curvas que haya dentro del tramo (si ya es complicado que la bici vaya bien en recta, imagina tomar una curva sobre adoquines) e incluso la pendiente. No tanto si es ascendente, que eso hace más sencillo el asunto, sino si es en bajada, aunque ligera, como algunos de los tramos iniciales.
En los últimos años se acumulan hasta 55 kilómetros adoquinados en los 270 de la carrera profesional. En las versiones cicloturistas suman los mismos 55 kilómetros de piedras en 170 kilómetros, 30 de adoquines la de 150 kilómetros y 15 en la de 75 kilómetros. Se cuenta de forma regresiva, el primer tramo es el 29 y a la salida de cada tramo se marca los que restan hasta el último justo a la entrada del velódromo y que es testimonial.
Los nombres de los tramos suelen señalar el pueblo donde empiezan y en el que acaban. No hay ninguno en el interior de las ciudades, sino que son tramos de campo, con cuneta y muchas opciones de embarrarse si caen cuatro gotas y pasan por ahí tractores.
Solo hay tres de cinco estrellas.
Mons en Pevelé (11) que es uno de los más largos, tiene hasta cuatro curvas y en la recta final está tan roto que solo se puede circular por la parte central o por la escapatoria, que suele estar embarrada.
Carrefour del Arbre (4) que suele ser decisivo porque está muy cerca de meta. Son dos kilómetros, pero viene justo después y casi sin descanso de Camphin en Pevelé (4 estrellas), tiene 3 curvas al inicio y una de 90 grados al final y en la parte central uno de los adoquines más rotos que se pueden encontrar.
Bosque de Arenberg (19). Siempre he dicho que son 6 estrellas, no cinco. Es una recta de 2,3 kilómetros, con la primera parte en ligera bajada y la siguiente en ligera subida. Aquí no hay zonas buenas porque todo el adoquín está muy roto, con agujeros entre ellos en los que cabe una rueda. La escapatoria a la izquierda se suele arar y a la derecha está la valla con el público.
Adoquin de Arenberg. Cinco estrellas
De cuatro estrellas hay hasta seis tramos.
El del Quievy a Saint Python (27) se las gana por su longitud, 3,7 kilómetros, el más largo junto a Hornaing (17), y por la ligera bajada que hace complicado controlar la bici. El tramo de Haveluy a Wallers (20) porque tiene casi tres kilómetros y es la antesala a Arenberg. Tilloy a Sars (15) tiene ganada su fama de cuatro estrelas por las tres curvas. Aurchy Les Orchies a Bersse (12) porque son casi tres kilómetros y Camphin en Pevele (5) por una complicada curva en mitad y porque son casi dos kilómetros.
De tres estrellas hay 14 tramos.
Algunos de ellos porque son cortos, aunque están rotos. Otros porque pese a ser largos el adoquín está en ‘buen estado’ (similar al de Flandes) y algunos porque tienen escapatorias de tierra para evitar el adoquín.
De dos estrellas hay 5 tramos.
Curiosamente los dos últimos sectores de adoquines antes de entrar en la ciudad de Roubaix son de dos estrellas. El de Gruson (3) porque pese a estar roto tiene a los dos lados un lateral de tierra bastante amplio (aunque con algún agujero). El de Hem (2) ha sufrido modificaciones en los últimos años. Antes estaba roto en el centro, pero tenía un camino de tierra en la cuneta. Ese camino se asfaltó hace 4 años para que pasasen los coches y ahora la organización pone sobre él vallas para que no pasen los corredores. Lo recordaras por la caída de Lampaert en 2022 o la ‘librada’ de Van der Poel en este 2023.
De una estrella hay dos tramos.
El de Templeuve (8a) porque son solo 200 metros antes del de Templeeve Moulin (8b) y del interior de la ciudad de Roubaix, que es loseta y en el que ya están todos los nombres de los ganadores de la Paris Roubaix.