Para empezar lo que se ha hecho es adoptar los mismos protocolos que el Tour de Francia. La Vuelta está dividida en tres burbujas de seguridad con el objetivo de que no se mezclen entre ellas.
Por un lado los equipos y sus auxiliares. En la línea de salida de Irún, situada a solo 500 metros de la frontera con Francia, el parking de equipos estaba en un recinto cerrado. Nadie puede acceder a él. Los ciclistas solo salen al control de firmas y con mascarilla puesta. El protocolo les separa por vallas de la prensa, que solo puede hacer entrevistas con el micrófono puesto en una pértiga. Después, toma de temperatura, gel hidroalcohólico y en vez de firmar control facial. Presentación y vuelta al bus para ir a la línea de salida, también con mascarilla. Solo se la quitan cuando se da el pistoletazo de salida y se la vuelven a poner al llegar a la meta. No todo queda ahí. En los hoteles los equipos tienen sus propios comedores para no mezclarse con el resto de los clientes.
Los trabajadores de La Vuelta que están en contacto con los equipos y los ciclistas configuran otra burbuja y la tercera burbuja es la formada por la prensa, patrocinadores y gente de la organización que no está en contacto con los corredores.
No han sido los únicos cambios. La Vuelta lleva un laboratorio para hacer test pcr itinerante. Todos los acreditados en la carrera han tenido que aportar un test negativo. Jesús Herrada, del Cofidis, se quedó en casa por dar positivo en el primero, aunque haya dado después negativo en los dos siguientes. Si viajaron dos auxiliares, del Sunweb y del Bahrein, que dieron positivo justo el día anterior a la salida de Irún. Se les aisló y antes de empezar la carrera todos los miembros de ambos equipos tuvieron que pasar un nuevo control para descartar contagios.
Ahora sí, ciclismo
Lo bueno de La Vuelta es que cuando se encienden los altavoces y Juan Mari Guajardo empieza a presentar a los corredores casi todo se olvida. De las más de 10.000 personas que podría haber viendo una salida de La Vuelta en Irún no hay más de un centenar y todos separados al aire libre. Nada de autógrafos ni selfies con ciclistas. Así que da tiempo a ver todos los detalles de cada uno de los equipos. A un Froome colocando bien el dorsal a un compañero y dando ‘paso’ a Carapaz como líder de un equipo Ineos que habla cada vez más castellano, con Sosa, Amador y Brandon Rivera.
A Valverde acaparando una vez más todo el interés y ejerciendo de ‘capo’ del pelotón español en la salida. Al Jumbo Visma llegando los últimos a la presentación con el vigente ganador, Primoz Roglic, como si de un prólogo se tratase. Las mascarilla ‘Kaixo’ del Bora en la salida, un nuevo elemento de publicidad. La versión más euskera del Astana, con los hermanos Izaguirre, Omar Fraile y Aramburu.
La ilusión de los dos continentales españoles. Burgos BH y Caja Rural, que en La Vuelta tienen su mayor exposición publicitaria de todo el año. Y las caras de los que han hecho doblete con el Tour de Flandes, que se acabó el domingo a media tarde y un día después se pusieron camino a España para empezar La Vuelta. Los Terpstra, Sytbar y compañía.
El siguiente paso para la ‘normalidad’ era dar la salida en Irún y empezar a correr. El Škoda SUPERB iV de Guillén en cabeza para una etapa con viento huracanado, lluvia y 2.500 metros de desnivel por las carreteras del País Vasco. Una ‘Itzulia’ en octubre que dejó claro que a Remi Cavagna no le sentó nada mal eso de ser llamado a última hora por la baja de su compañero Archbold. De salida y en una escapada que no tenía visos de llegar.
En la sala de prensa, separada con mamparas, un ojo en La Vuelta y el otro en el Giro, que en esta temporada se multiplican las competiciones y ambas carreras conviven una semana. La subida a Arrate con toda la publicidad colocada y vacía de público. Igual que la línea de meta. Solo para la organización y la prensa. Sin el calor de la afición vasca, pero con la seguridad de que ese respeto es imprescindible para llegar a Madrid.
Allí pudimos ver que Thibaut Pinot no se ha recuperado del Tour y se descolgó a la primeras de cambio. Igual que Chris Froome, que tiene muy complicado volver a ser el ciclista de antes de la caída de Dauphiné 2019. Tampoco dará la sorpresa Vlasov, recuperado del Giro y que se descolgó al inicio de Arrate. Tampoco demostró su mejor versión Dumoulin, el quinto del Jumbo Visma, ni Valverde, que llegó con el holandés a más de un minuto de los primeros.
La Vuelta 2020 empezó como acabó la de 2019, con Primoz Roglic vestido de rojo. Esta vez le han cambiado los rivales. Serán Richard Carapaz y Enric Mas, los dos ciclistas de más renombre que llegaron en el primer grupo. Aunque como hemos visto en el Giro no hay que descartar a Chaves, a Dan Martin
Y es pasar la línea de meta… y volver las restricciones. Allí solo pueden estar los auxiliares de cada equipo y un puñado de fotógrafos para inmortalizar la llegada. Ropa de abrigo, bebida recuperadora y mascarilla al mismo tiempo, que una tos en estos momentos no es el mejor síntoma. Unas cuantas entrevistas con las televisiones y las radios a más de dos metros de distancia. Los primeros a la sala de prensa virtual con entrevistas por plasma. El resto a una zona de autobuses de nuevo restringida a cualquiera que no sea ciclista o auxiliar. El pelotón vuelve a su burbuja dentro de la burbuja.