Los desarrollos de La Vuelta, del 58 al 32

Escrito por Luis Ortega @ciclored

Aunque para el común de los aficionados no tiene demasiada importancia, para los que pedalean es algo fundamental para entender cómo va a ser cada etapa. El desarrollo de las bicicletas, es decir, la combinación de platos y piñones, se modifica cada día y ha ido cambiando con el paso de los años. Además, en días como el Angliru se utilizan desarrollos especiales, casi de mountain bike.

Atrás queda el ‘triste’ 53×39 y 11×25 que se utilizaba para casi todas las etapas en los años 90 o los 55×42 y 11×23 de los tiempos pretéritos del ciclismo, es los que veía a todos los ciclistas dar ‘chepazos’ en casi cada puerto de montaña. Por esas razones, sobre todo técnicas, las subidas de grandes desniveles mantenidos no llegaron al ciclismo hasta finales de los 90 y se han popularizado en este siglo XXI.

Desde la invención del ‘compact’, es decir, la posibilidad de montar un 50×34 de plato, los desarrollos han ido tendiendo a ser más ‘humanos’, sobre todo cuando se pudo poner en la piñonera un 28. Y las ascensiones, más ‘inhumanas’. Era el desarrollo ideal para superar el Angliru, el Mortirolo o el Zoncolan, las tres primeras subidas con desniveles mantenidos por encima del 12% durante varios kilómetros. Allí donde los músculos de los ciclistas se agotan.

Quizás el primer ‘hito’ en cuestión de desarrollos lo marcó Juanjo Cobo y el Geox en La Vuelta de 2011, cuando superó a Chris Froome en el Angliru con un 34×32 de máximo. Es decir, una multiplicación propia de bicicleta de montaña.  La cadencia de pedaleo y la agilidad, que había puesto de moda Lance Armstrong en su regreso al ciclismo después de su enfermedad, se asentaban como la fórmula más adecuada para superar este tipo de puertos.

El problema empezó a ser entonces cómo combinar un desarrollo así, 50×34 y 11×32 para etapas en las que además de un puerto imposible había llanos y bajadas en las que el 50×11 se quedaba demasiado corto con respecto a los que llevaban un 54×39 y 11×25. Una solución era cambiar de bicicleta poco antes de la subida, la otra llegó, una vez más, con la técnica. Cassettes de hasta 11 coronas y, sobre todo cambios traseros de ‘caja larga’ permitieron que la cadena siempre fuese tensa y que, ahora mismo, los ciclistas puedan jugar con casi cualquier desarrollo. Eso sí, el trabajo para los mecánicos se ha multiplicado.

¿Qué desarrollos se emplean ahora?

Así que muy poco tiene que ver el 58×42 y 11×25 que montaron varios de los favoritos en la crono de Logroño para rodar a medias superiores a los 50 por hora, con los 50×34 y 11×32 que utilizaron en Los Machucos los amantes del ‘molinillo’ y que van a emplear casi todos en la etapa del Angliru.

Pero estos son los extremos. La variedad de desarrollos y de opciones por ciclista se ve en etapas mixtas, con subidas duras, llanos y bajadas como los días de Sierra Nevada con Haza Llanas y El Purche, el de La Pandera o la ascensión a Izoard en la última jornada de montaña del pasado Tour de Francia. Aquí toca jugar a medir las fuerzas de cada ciclista, sus opciones de disputar la etapa y su tipo de pedaleo, con más o menos cadencia.

Las opciones van del 54×39 y 11×28 de los que andan más ‘atascados’ a jugar con el 53×38 o 36 en los platos y máximos de 30 y 32 en las coronas traseras.  Con un 54×36 y 11×32 Johan Esteban Chaves pudo aguantar sin problemas en el pelotón durante los llanos jieneneses y luego atacar en la parte más dura de La Pandera, cuando el desnivel supera el 14% durante dos kilómetros. Froome, uno de los grandes aficionados al ‘molinillo’, empleó el mismo aquel día. Contador, que pedalea más de pie, suele optar por el 38 o 36 delante por 30 detrás para ese tipo de etapas. La combinación se hace casi infinita y cambia con cada ciclista. Y si no que se lo digan a Fabio Aru, que se quejó amargamente de que los mecánicos de Astaná se habían ‘olvidado’ de poner el 36 en la etapa de Los Machucos. Incluso se puede probar con extremos como el 55×36 y 11×32 que empleó Tony Martin en la etapa de Izoard. Todo un reto para la mecánica que ya es posible.

Y para el futuro ya se está probando con piñoneras de 12 coronas que aumentarán las opciones e incluso bicicletas uniplato (como las que ya se emplean en MTB). Cambios que permitirán descubrir nuevos puertos que hasta ahora parecían imposibles de subir.