Pero aquí está la verdad, susurrada por los verdaderos aficionados y que resuenan desde las montañas españolas:
La Vuelta es en realidad mejor.
Yes. The Vuelta a España. The late-summer chaos machine. The third Grand Tour. The one you sort of forget about until suddenly you’re watching some guy named Juanpe solo up a goat path at 20% gradient while the commentary team yells in five languages.
Sí. La Vuelta a España. La máquina del caos de finales de verano. La tercera Grand Vuelta. Aquella de la que te acuerdas solo cuando de repente ves a un tipo llamado Juanpe subiendo en solitario por un camino de cabras con un 20 % de pendiente mientras el equipo de comentaristas grita en cinco idiomas.
Desglosemos esto: porque aunque el Tour tenga el prestigio, la Vuelta tiene el drama. Y las tapas. Y las alucinaciones provocadas por el calor.
1. La Vuelta no se preocupa por tus sentimientos
The Tour flirts with riders. It builds up. It teases. It gives you time to get comfortable before destroying you in the Alps.
The Vuelta?
Stage 3: surprise summit finish at 2,000 metres.
Stage 5: “Oops, all climbs.”
Rest day? More like “Active recovery, but make it unkind.”
It doesn’t ease in — it dropkicks you into the furnace and says, “Pedal, coward.”
El Tour coquetea con los corredores. Te prepara. Te tienta. Te da tiempo para acomodarte antes de destruirte en los Alpes.
¿La Vuelta?
Etapa 3: final sorpresa en la cima a 2.000 metros.
Etapa 5: “Ups, todas subidas.”
Día de descanso: más bien “Recuperación activa, pero sin piedad.”
No te va introduciendo suavemente: te lanza directo al horno y te dice: “Pedalea, cobarde.”
2. Cada etapa se siente como lanzar una moneda al aire
¿Conoces esa sensación en el Tour cuando se va una fuga y piensas: “La atraparán en 40 km y luego Pogačar ganará otra vez”?
La Vuelta dice: “Claro, la fuga tiene 11 minutos y nadie persigue, porque los corredores de la general están demasiado ocupados atacándose entre ellos mientras cruzan a 38 °C con viento cruzado.”
Todo. Puede. Pasar.
Sueños enteros de la general se destruyen en martes aleatorios porque alguien calculó mal una rotonda.
3. Las subidas son hermosamente implacables
Alpe d’Huez? Romántica.
Col du Tourmalet? Gloriosa.
Angliru?
Demoledora.
Las subidas de La Vuelta no son solo empinadas, son algo personal.
Estamos hablando de pendientes que hacen correr a Froome, girar las bicis hacia atrás y llorar a hombres adultos mientras llevan 3.000€ de carbono.
Sin horquillas. Sin ritmo. Solo muros de dolor con nombres como “Los Machucos”, “La Camperona” y “Esa donde cuestionas todas tus decisiones de vida.”

4. El calor es la cuarta categoría
La Vuelta no necesita lluvia belga ni nieve alpina. Usa el sol como arma.
Los corredores no solo luchan contra las pendientes, luchan contra:
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Asfalto derritiéndose
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Alucinaciones por deshidratación
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Ese momento raro cuando tu gel se convierte en mermelada en el bolsillo
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Quemaduras solares a través del maillot
Para la Etapa 10, medio pelotón está al 30 % de sodio.
5. El factor caos es delicioso
Remember the time a fan with a giant flag accidentally took down a breakaway? Or when a random stray cow joined the race? Or when a moto blocked the Angliru?
That’s the Vuelta.
It’s reality TV on bikes. The production value is slightly shambolic. The crowd control is optimistic. But the entertainment? Chef’s kiss.
¿Recuerdas cuando un aficionado con una bandera gigante derribó accidentalmente una fuga? ¿O cuando una vaca perdida se unió a la carrera? ¿O cuando una moto bloqueó el Angliru?
Eso es La Vuelta.
Es un reality show sobre ruedas. El valor de producción es ligeramente caótico. El control de multitudes es optimista. Pero el entretenimiento… una obra maestra.
6. La batalla por la general suele ser más picante
Seamos honestos: el Tour suele tener un favorito claro. Pogačar, Vingegaard, Froome. Hay un arco narrativo.
¿La Vuelta?
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Semana 1: “Lo tiene.”
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Semana 2: “Oh no, no lo tiene.”
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Semana 3: “¿Quién demonios es este tipo de rojo??”
Hay líderes sorpresa, implosiones y corredores que nunca habías oído mencionar hasta que de repente están a cinco minutos y todos buscan en Google “¿Este tipo es real?”
7. Los aficionados españoles son impredecibles en el mejor de los sentidos
¿Aficionados franceses? Elegantes. Reservados. Un poco asustados por los gendarmes.
¿Aficionados españoles? Alocados y encantadores.
Están en las vallas con chanclas, agitando sartenes, llevando capas, corriendo colinas al 20 % solo para gritar “¡VAMOOOOSSS!” a un centímetro de tu cara.
Son el gel energético de los espectadores.
Y los adoramos por ello.
8. La Vuelta ama un giro argumental
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Chris Horner ganando a los 41? Icónico.
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Roglič abandonando desde el liderato? Clásico.
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Jumbo contra Jumbo en 2023? Una obra shakesperiana sobre ruedas.
Nunca es solo “este tipo gana.”
Es “este tipo gana a menos que un perro rebelde, un desfallecimiento inoportuno o su propio compañero digan que no.”Ningún guionista podría inventar los finales que La Vuelta ofrece cada año.
9. Es ciclismo puro, sin adornos
El Tour es un circo mediático global, y no nos malinterpretes, es increíble. Pero también viene con drones, helicópteros, trajes y patrocinadores que quieren arcos narrativos.
¿La Vuelta?
Es solo sobre bicicletas. Corredores. Calor. Montañas.
Y el ocasional agricultor que no mueve sus ovejas a tiempo.
Sin vueltas ceremoniales. Sin Torre Eiffel. Solo 21 días de “espero que hayas comido suficiente arroz, hijo.”
La Gran Vuelta del pueblo
La Vuelta puede no ser la más famosa. Puede que no tenga las multitudes más grandes ni el podio más bonito. Pero lo que sí tiene es caos, corazón, sufrimiento e imprevisibilidad, de la manera más pura y gloriosa. Es el hermano pequeño raro que creció salvaje y nunca dejó de pelear. Y cuando te encuentras gritando frente al televisor mientras alguien llamado Jesús ataca desde el 11.º puesto en la general con 30 km por recorrer, a 39 °C, con un bidón en los pantalones cortos, te das cuenta:
Esto es ciclismo.



